Servicios de escorts GFE en Medellin
¿Quién dijo que la relación sexual con una escort es una relación fría y desapasionada? ¿Quién dijo que practicar sexo con una señorita de compañía podía compararse al acto mecánico de devorar kilómetros sobre una cinta de correr? ¿Quién asoció el sexo de pago a un acto deshumanizado y gélido? Quien lo hizo seguramente lo hizo intoxicado por tanta y tanta novela sentimental y tanta película ñoña que, a lo largo de la historia del cine o de la literatura, han asociado la idea del gozo sexual única y exclusivamente a eso que se llama amor romántico.
El sedimento que dichas películas y novelas ha dejado en la sociedad ha hecho que quede arraigado socialmente un estereotipo que, de puro reiterado, ha acabado convirtiéndose en algo así como una verdad casi oficial. Ese estereotipo acostumbra a dibujar a una prostituta que ejerce su oficio de manera casi funcionarial. La prostituta del estereotipo de las novelas y el cine es una prostituta que, una vez recogido el pago por su servicio, está deseando terminarlo cuanto antes. Es una prostituta a un reloj pegada, una prostituta con prisas, una dama de compañía para quien el cliente es sólo una sombra y que sólo tiene un objetivo entre ceja y ceja: que ese cliente, enloquecido de placer, estalle cuanto antes, vierta su semen y se vaya por donde ha venido para dejar su hueco a otro. En esa relación sexual de pago que tantas novelas y tantas películas han plasmado no hay sitio para la ternura, no hay espacio para el cariño y la simpatía es, siempre, un pequeño rubí que brilla por su ausencia.